sábado, 2 de abril de 2011

DEL SILENCIO: TOMA 1


Amo el silencio que rodea el perímetro de un encuentro sexual.
Creo, y afirmo, que existe una notoria exigencia del inconciente por enunciar algo, una frase; una enseñanza; aunque sea una letra… ¿por costumbre? ¿por temor? ¿Algún resto diurno? . . .desconozco los motivos.
Por otro lado, declaro que son pocos los cuerpos que soportan el silencio; y mucho menos cuando estos se aproximan. Cuando hay quien consiga lograr semejante catexia puede suceder que el asombro sea de inmensas sintonía y ocurran momentos pocos saludables.


En algún momento me han contado que una mujer, cuyo cuerpo habitaba cerca de mi departamento, hubo de olvidarse (presa de tanto sexo mudo) de hablar teniendo que vérselas con el diccionario. Durante el resto de sus años leyó este libro como quien busca una dirección en la guía; con mucha confusión imitaba los fonemas, y leía puros significantes sin poder incluirlos en una oración; en un pedido o lamento.
Claro que el único momento donde fracasaba el intento semántico y sintáctico era durante la copulación. Allí, donde todo es proposición implícitamente lograda, hablaba sin parar y sin mover un solo músculo fónico. Sucedió que la soltería alcanzó su vida, presa de un silencio sepulcral enfermo de tristeza.
Ya no quería solo “hablar” por dinero; sino solo por “amor”
No me han contado nada más de ella; solo se que ya no me espera con el diccionario entre sus manos, y que mis vecinos hablan por demás.


Pablo Barnabá

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