lunes, 4 de noviembre de 2013

¿Y qué?



¿Y  si me pierdo, y me levanto una mañana sin saber como sentarme?
¿Y conjugo mal los verbos, y me salen silencios por la boca, y sonidos al callarme, y frutillas por los oídos, y flores por la espalda?
¿Y si encuentro lo que me faltaba, y me encierro en un circulo perfecto desde donde pueda mirarme, sin perderme en deslices cotidianos?
¿Y si una noche no me duermo, y el día no me despierta, y  el olor a lluvia no me cautiva, y la muerte no me asusta, y la música me desconoce?
¿Y si no me encuentro durmiendo en tu cama, y me pierdo entre sabanas de una plaza, y una playa no nos acuna?
¿Y si me encuentro buscando encontrarme, y me tomas de la mano para llevarme a caminar?
¿Y si no encuentro mis lentes, y camino sin darme cuenta; y me desvío del camino, y cambio los pasos por alas, y rompo mi sensaciones en varios sentimientos?
¿Y si espero del rock, lo que me da el funk, o busco un bandoneón en el punk?


Mejor te espero donde siempre, así te extraño lo suficiente. 

Pablo Barnabá

domingo, 23 de junio de 2013

PLOMADA




Veo, y eso es demasiada fortuna.
Siento, y alejo la plomada que intenta dormir en mi zapato.
Respiro, notando  que no es  un acto común.

En el silencio, alguien ve una nube de sonrisas; en la noche, alguien se siente vivo, acarreando su síntoma sobre su garganta.
Sobre la vuelta, las manos se pierden y desnudan el resto oxidante. 
Un tapón que contiene veinticinco mil angustias, y una razón para descubrir tu vuelo.

Hablo, y eso me hace más humano, aunque no menos doliente.
Pienso (aunque pensar en que pienso, me acerque a la nada).
Respiro, y eso, hoy, no es nada fácil.

En dos puertas cerradas, me arrodillo para mojarme los pies en el altar; castigando el cansancio de la cotidiana, ya, masturbación intelectual.
Rogando por un ángel, que por fin se deje tocar las manos, llueve una duda que se vuelve fragata liberadora; en un encierro que lleva pocos años de soledad.


Veré si vivir, es hablar, devolviendo la nada en cada instante.



Pablo Barnabá.

lunes, 10 de junio de 2013

OLOR A GOLOSINA:

OLOR A GOLOSINA:

Que difícil ser un humano entre tantos seres que pasan y pasan sin ver, te quiero, me tienes cansado...las luces que se van apagando, la prisa tan poca risa...los chicos que juegan, los grandes que tratan de hacerlo sin lograrlos, los chicos que sufren de hambre, de frió, calor sin abrazos...me llamas, te dije que no lo hagas; y estoy ocupado, que suena y me siento intimidado por esta cosa cada vez más pequeña, esa mujer que sabe ser y demostrarlo, ese aire cada vez con menos aire... y pienso en mi trabajo, mi casa, mi vida...La radio que vende la tele que perdí, mi alma con siete puertas...todas dan al mar, el asfalto, música de todos los amores el más leal, suerte inédita; por supuesto he aprehendido  a coser mis desventura a todos los vuelcos, y desnudo he quedado...también mis medias.

Como un bandoneón respiro, así entre-cor-ta-do; por los trotes de mi mente, con pequeña capacidad de salir, puede brotar y pasear por los mundos para dibujarme en un cometa a mil kilómetros de años luz.
Te veo, allá...”sueños en versos cuadriculados sin finales”… (por supuesto; por suerte).  

HUBO



Alerto, me, te... sobre la finita razón de todos los cielos con o sin semillas.
Busco como antes pero con mucho más coraje por los lugares que pensé no volver, especialmente en aquellos que regaron mi ser de felicidad.
Estoy desmenuzando el arte con mi paciencia, en todas las notas que emprendí cuando solo pensaba en fusionarla.
Persigo todo lo que puedo para sumar la razón de mis pecados a los prósperos, y más perversos... amo el corazón de todo.
Camino bajito, sin alterar / te, con el arte, sin saludar al sol, ocultándome de las cofradías sedientas de mí.
Golpeo así...las manos contra las manos, iniciando la guerra de las huellas, fabricando la circulación atrofiada de lo que tropieza adentro, en la carne, más profunda de mí ser...
Hubo un momento, hubo un lugar y una cena.
Tuve marido y mujer, fortalezas, dinero y peleas por el café.
Existieron (hijos) que no supieron llamarse (hijos), ni ganaron ser padres (justo iguales a mí).
Mascotas, plantas, silencios, abrazos, lluvias prolongadas, risas, carcajadas, angustia.
Se supo que limpiar, que crear, y a quien creer.
El límite del ítem, y la tilde.
La mentira, la perfección y el suplicio encontrado en otros.
El exilio y la guerra contra los insectos más perversos que vagaban por los tablones de la cocina añeja.
El  Piazzolla jubilado de mi rutina, y la querella por darlo a conocer...
Hubo lo que tuvo que haber, para que hoy sepa sentirme entre algodones en un carro de hierros candentes.

Pablo Barnabá


DEJA VÚ

DEJA VÚ

Pudo sentirse parte del mundo, en el momento en que la música le abrió
una enorme cascada de palabras; en el pecho.
Quiso enterarse del dolor anestesian-te, del perfume de un encuentro, de una caricia, y un sexo, sin nombre ni apellido.
Por tí, lo hizo, hasta el extracto más perenne del amor.
Lo hizo, y no importa ya; saber si tuvo el valor, o fue solo para que la reflejases en un paso más.
Un arma debajo del roce de la seda, un cultivo de dones, pululando por toda la verdad de su cara. Un mapeo de su rostro, dos mejillas en alza, doscientas miradas en dos ojos, y el riesgo de la competencia por atravesar la dulce, pero violenta, atracción.
Pudo sentirse violada, castigada y ultrajada, cuando el café fue desvaneciéndose, y apareció el silencio. 
Pudo ni siquiera sentir menos, pero sintió en las frías mesas de verdad.
Pudo deambular por la ciudad, sola, con la ayuda de sus auriculares, tentada por el sol de una vereda,  que se enfrenta al temible avance sombrío de su compañera.
Ni el veneno fue alérgico, ni la velocidad contagiosa. Tomo por una calle, con miras a la avenida, y viajo sin retroceder. Se encontró sin mirarse, se escucho sin hablar. Transpiro caminando, y tras el cuarto deja vu, intento retener un solo momento de placer.
Pudo, pero no.
No pudo.

Quizás mañana, cuando el sol cubra la sombrilla de su palacio, y el viento sople a su gracia y favor. Pero mañana no. Habrá que  recuperar pasajes de este quinto Deja vu.  

Pablo Barnabá

lunes, 29 de octubre de 2012

domingo, 28 de octubre de 2012

SEMANAS







No se bien, por que los domingos son así. Hacen de mí la angustia. Penetra la perplejidad de querer estar en dos lugares al mismo tiempo sin poder estar mentalmente en uno.
La claridad me inunda, la lluvia  me molesta, el viento me quema y la alegría no me contagia.
No existe un solo estado que me bote de este pozo...aunque pensándolo mejor, no es el domingo el que genera esta catarata amarga de sentidos desencontrados, sino el encuentro irrevocable con el...
Lunes...

 ...Apartado mental de mi energía.

Elocuente tristeza degenerada por todos.
Fatídico desenlace imaginario de correr por correr
Dulce añoranza de ti
Menguado encuentro de mí
Sucio despertar
Desesperada vida
Frescura erupción suicida
Esperar que escape el día laboral sin temer  la huida de  la vida...

No queda más alternativa que esconderme por adelantado en la sagrada melancolía, para intentar así, disminuir la corrugada sensación matinal del primer día de todas las semanas.
(De todas formas, tampoco creo que sea el Lunes, el que refleje en colores oscuros los Domingos)
Creo que el Viernes tiene algo que ver con todo esto.
¡Como respiro los viernes! esa cadencia firme pero sin prisa, cansado pero alerta, donado pero feliz, no hay día que me ayude a reflejarlo.
El domingo también me recuerda a ese Martes esperanzado, aunque sabe que la vuelta es larga, (por supuesto quiere su protagonismo en este cuento, pero no lo merece).
El jueves determina la alerta de un final feliz, pero cuando miércoles... indeciso día que aclara y oscurece constantemente por sobre los cuerpos, regateando esperanzas, detestando, haciendo por demás largas las horas, aislando todo el sentir de un coqueteo histérico que llega a rozar la perversidad de mostrar y no, de la irracionalidad, y de la pegajosa transpiración por intentar quitarse las sogas que apresan pies cabeza y manos.
Pero sabiendo que todo vuelve, no quedan retazos por donde colgar mi consagrado enojo, aunque estoy en tratativas para mudarlo al viernes o al jueves y no albergar en los domingos para poder entender ,quizás, que no se trata mas que de un obsecuente capricho que habla de alegrías y enojos, y que más o menos se  corresponde con algo llamado rutina.
Rutina, madre de todos, amante inquieta, lujuria filosa, caprichosa, y constante que sabe entender que también se retorcerá no más allá de siete veces al día, para mí, a contar a partir de hoy.  

domingo, 16 de septiembre de 2012


Hay ( o debe haber) en el amor

Hay, en el amor, un pacto de dolor con la ausencia; una respuesta que se acerca al desconocimiento, así como también, a la enorme reducción de miles de palabras que alguna vez; intentaron ser “amor”.
El amor no llegará nunca a ser definido; y esto se debe a que, el enorme esfuerzo que genera la intelectualización, no permitirá abandonarnos al vago sentimiento de la falta de definición.
Nadie, en épocas de consumo, querrá vérselas con la falta. Todo parece estar perfectamente asentado y diseñado, para encontrar el esclarecimiento semántico, y práctico de la vida. Así, el amor, no encuentra hoy su lugar.
O se aleja demasiado, o se esconde para evitar la flagelación del significante.
Un problema que nos da en que pensar, o mejor dicho, un motivo para no renunciar, y por supuesto denunciar a través del consumo.
Peluquerías, florerías y paseos de compras funcionan como santuarios del amor. Una hermosa remera, suele brindar la perfecta ilusión de estar encontrando una esmerada resolución al problema del amor; una exquisita tolerancia a la falta de aquel, a la ausencia del hombre o la mujer, que hemos buscado, y no así encontrado. En la búsqueda nos llenamos de hastíos y frustraciones, tristezas que debemos manejar, soledades que nos cubren las sonrisas, y fantasías que no llegamos a retomar.
Nos enfrentamos así, al doble problema del amor: el de su definición, por un lado, y el de su ausencia, por el otro. Este último es el menos oscuro de los dos, ya que por lo pronto guarda en sus entrañan, la mágica certeza de “saber” que el problema no es más que su ausencia; es decir, suponemos que existe la definición del término, solo que no lo hemos encontrado aún. El estruendo se escucha, cuando en presencia de la sensación del amor, a través de sus prácticas maritales, o conyugales, y de respectivos años de desgaste, uno siente que allí no puede definirlo. ¿Qué hacer entonces? No lo se, pero hágalo. 
Es necesario sentir que el amor es una realidad, que nos toca y nos permitimos tocar. Es cabalmente salugénico, sentir en alguien, que no sea uno, el brillo artístico del amor. Es tranquilizador sentirse enamorado, y más aún, cuando uno tiene la frágil certeza que hay una persona, que también toma el amor con la responsabilidad que se merece. Es misteriosamente necesario, amar, y sentir que estamos “completos” en un abrazo, en un beso…en otra persona.

lunes, 2 de julio de 2012

El duelo después de las presencias


...Cuando partimos dejamos de estar entre nosotros, y aunque hayamos dejado testimonio directo de alguna obra, los vivos, deberán hacer el esfuerzo de olvidar lugares, palabras y compañia.
El dolor que nos tocara afrontar, no es aquel que hemos sentido al golpearnos, o  cortarnos un pedazo de nuestro cuerpo; es algo más complejo, perderemos sentidos y metáforas, y nos daremos cuenta lo aferrados que estamos al vicio de las presencias.
Cuando nos arrojan al momento en que deberemos abandonar el cuerpo ajeno, perderemos el perfume, la mirada que nos ha sabido nombrar, y si allí se encontraba nuestro amor, también el sentido de gran parte de nuestra vida. Retomar la recta luego del codo de este accionar, habrá de resultar tan costoso como  cada uno se lo proponga; pero no será imposible...  

Pablo Barnabá

sábado, 30 de junio de 2012

Mentiras del ahora



Si digo que te extraño, no es cierto.
Si te hablo, no es más que por la necesidad de encadenar palabras.
Cuando te observo, no estoy mirándote.
Cuando te abrazo, no encuentro mis manos al final de tu espalda.

Cuando la razón del viento me acomoda, nunca es cerca de tu casa.
Si el sol me cambia el rumbo, nunca es cerca de tu casa.
Cuando te leo, nunca busco el significado.
Cuando te deseo, nunca encuentro deseantes

Si por esas casualidades te sucede lo mismo, avísame con urgencia. 
solo siento que se va pasando la vida entre pequeñas preguntas

domingo, 13 de mayo de 2012


                   LUDMILA Y EL TIEMPO 

Cuando nos volvimos a encontrar, creo, habían pasado 12 años cuatro meses y tres semanas. Doce años atrás, la muerte simbólica del amor, había hecho estragos, y las buenas nuevas, no eran más que retoños de esperanza. No solo habíamos muerto el uno para el otro, sino también para todo el resto. Recuerdo que en ese momento tuve la inconveniente razón; para pedir el favor de un tiempo. Me lo otorgo; pero cuando lo consideré mejor, y el extraño hizo estragos, corrí a buscarla. Ya no estaba para mí. Con el orgullo que suelen erigir las grandes musas de la historia, ella, alistándose a la inconmensurable lista de bellas mujeres fálicas, no consideraba oportuno regresar. Lentamente; el tiempo enfrió los lugares que antes quemaban y Ludmila había retornado a su antigua vida marital y eso, calculo, hacía muy feliz a sus dos hijos. Por un lado, durante esos momentos, no era sencillo ubicarla, ya que Internet (por lo menos en la Argentina) no era un canal de fácil acceso, y por el otro lado, la telefonía móvil no estaba “cubierta” del manto globalizador. Para encontrarla del otro lado, recuerdo haber discado un número particular (que aún memorizo) y solo dar con el paradero de terceros entrenados para expedir las excusas más originales que acentuaban su ausencia. No me dí por agotado. Durante largos periodos hube de concentrarme para romper con ese adiestramiento fastidioso; hasta que sucedió lo necesario para agotar mis recursos, y exponer mis esfuerzos a su plena destrucción. Por motivos que no comprendí, ni comprendo, Ludmila había sido demorada por las fuerzas provinciales. Vaya paradoja…doblemente detenida para mí. Estaban investigando su entorno, y yo me consideraba parte de aquel. Las líneas telefónicas que frecuentaba obsesivamente, habían sido intervenidas por la “ley”. Otro momento en que me fue negada la comunicación por la fuerza de un tercero. Este imperativo fue estorbando la necesidad de escucharla, oler su piel, mirarla, y permitir que me observe mientras compartíamos sábanas derretidas de eyaculaciones y sueños. La consigna fue clara: No me era permitido protegerme en sus ojos verdes, así como tampoco ocultarme dentro de su interminable cabellera de rizos esplendorosos. Todo estaba perdido para mí, y la motivación se fue perdiendo rápidamente en los oscuros pensamientos de la melancolía. Compartimos un empleo, nos enamoramos trabajando, y nos empleamos por más de diez años en encontrarnos. Este exquisito melodrama me dejó, por aquel entonces, en las puertas de un rincón tenebroso de mi historia, cuyo refuerzo llego de la mano de un psiquiatra; para alejarme de una depresión que había comenzado a transitar. El panorama no era muy alentador. Estaba “legalmente” deprimido, medicado, y fastidioso…extrañando alguien que no había muerto, pero había que matar. Recuerdo haber creado nuevas rutas para desencadenar en las cercanías de su barrio; e intentar dar con su paradero, y al llegar a sus lugares cotidianos, disminuía la velocidad, aumentaban mis pulsaciones, y buscaba en cada transeúnte su cara, sin encontrarla. Nunca más supe de ella, nunca más volví a verla con mis ojos. Pasaron algunos años y el tiempo me llevo a otro trabajo, donde cumplía humildemente la función de manejar una camioneta; de lunes a viernes de 8 a 18. Distribuía insumos en diferentes locales de Buenos Aires; y los días martes me tocaba viajar a la zona donde alguna vez había perdido a Ludmila. Ese barrio que había observado nuestros besos cotidianos. Por esos años, yo estaba en pareja y conviviendo; pero nunca pude olvidarme de ese lugar en general, ni de ella, en particular. Martes tras Martes, desviaba el recorrido unas cuadras, y cuando más triste me sentía, o cuando llovía, estacionaba la camioneta casi en la puerta de su casa, encendía un cigarrillo, y le dedicaba 15 minutos al azar. Nunca me benefició; nunca la vi atravesar el portal de su casa, como la había imaginado por tanto tiempo. Por aquellos momentos, era mucho más probable cruzarla por los pasillos de mis sueños, que atraparla con mis ojos. El tiempo pasó: me separé, me fui, volví, cambié, crecí; y Ludmila no aparecía. Me las arregle, austeramente, para encontrarla en otras mujeres; pero fue un recurso agotable. Entre estas narraciones me han separado de ella doce años y cuatro meses, y no parece tanto. El avance tecnológico, para mi necesidad de encontrarla, o aunque sea de saber de ella y confirmar su existencia física, fue necesariamente alentador. Una tarde fría, de esas que Buenos Aires suele afrontar con enorme puesta, comencé a buscarla virtualmente, poniendo su nombre y recordando su apellido en los buscadores mas conocidos de las redes. Al contiguo “enter” su cara apareció en mi monitor y segundos después, en mi recuerdo. Cuando esto ocurrió, recuerdo haber tenido la sensación de que el tiempo no había sido tan dañino. No solo estaba tan hermosa como siempre, sino que estaba viva, y existía la posibilidad de encontrarla luego de tantos años. Durante algunas semanas entraba a su página y miraba sus fotos detenidamente. La veía sonriente, pero con su mirada un poco más triste y cansada; pero se la veía entera. Cuando la conocí, era una hermosa madre de dos varones; cuando revisé sus fotos, había en ellas, una hermosa niña de corta edad. Luego me contó que “Azul” tenía tres años y era la hija que, fruto de la relación con su marido, del cual estuvo separada cuando nos conocimos, habían concebido como secuela de un matrimonio que había llegado a su fin. Frente a este hecho inmediatamente recordé un episodio que habíamos transitado juntos doce años atrás. Luego de un pequeño retraso en su periodo menstrual, habíamos fantaseado con la idea de ser padres; y en la armonía fidedigna de mi recuerdo, el cual después corroboré, reservamos el nombre “Azul” para nombrar a una pequeña que nunca se gestó en sus entrañas. Actualmente, Ludmila y yo, nos vemos con cierta regularidad en un hotel que nos permite volver el tiempo atrás, y jugar a que nada de esto ocurrió, y que todo va a estar mejor. Es una cruda realidad sabernos medianamente felices en otros caminos; pero nos detenemos para lamer viejas heridas, intentando curar las malas pasadas, los malos puntos cargados de tanta confusión. De a poco fuimos hablando de todo, y más rápido volvimos a hacernos merecer el cuerpo, que alguna vez nos vio gozar. Nos encontramos, y ahora si parece cierta la teoría de que “el tiempo esta en nuestra mente”.

 Pablo Barnabá

sábado, 14 de mayo de 2011

¿De que hablamos cuando hablamos de nosotros?


Después de un chiflido tome la pava y sin el acto que acontece a mi torpe personalidad, logre no quemarme con esas minúsculas gotas de agua hirviendo que escupe por su pico al transportar el agua del recipiente original al termo, y me acerqué al sillón; el cual aún guarda mi talla femenina (luego de dos largos meses de depresión) donde me entregue inagotablemente a su cuero negro.
Allí, me esperaba para iniciar una conversación que siempre hubiese querido atesorar de cualquier otra manera, como una película que podría verla una y otra vez.
Hablamos de veinticuatro años por dos horas y en dos segundos; quizás sabiendo que siempre existiría un “quizás”.
Eternamente algo presento estado; y todo lo que emocionalmente allí aconteció en la primera parte, fue impreso en estatutos abierto de artículos y leyes... y el mate se entibiaba y más “lavado” que de costumbre, reclamó ser atendido. Pausa.

Poner la pava al fuego nos daba un leve suspiro, y aunque la distancia del sillón a la hornalla no ponía clavas al sonido, dejamos de mirarnos por unos segundos; y por eso preferimos darle lugar al silencio....un descanso para pensar y darle protagonismo a los acordes que marcaban la música que encendí para colocar un manto de fondo al encuentro.
Uno escucha y uno habla y más aún, lejos de ser precozmente cobarde, también se escucha hablar en ese mágico intercambio, donde se pone de pie un maravilloso mundo de emociones, sentimientos, pensamientos todo allí, materializando un pasaje de palabras sorprendentemente profundas, donde en definitiva, pensé, “de ahí provienen y hacia allí mismo se dirigen del alma al corazón y todo en un suspiro”... y respiro varias veces para no llorar, me dije en voz baja.

Segunda parte:
Nos dijimos, con palabras, quienes éramos, y con miradas conociéndonos; reconociéndonos; asfixiándonos; que sentíamos.
Increíblemente, y en el fondo, cada segundo le estaba agradeciendo por ese tiempo compartido y por esos ya mejorados y tibios mates que iban lentamente ablandándome el corazón, permitiéndome "ser" de alguna manera.
Llegó el momento en que me sentí dentro de una dulce armonía, al fin después de tanta oscura soledad; después de tanto frío que a solas pasé, muy sola arrojada a los avatares de la tajante lucha por estar hambrienta y no saber que comer.
Había sentido, cuando el mate volvió a flaquear, que por primera vez me había encontrado, aunque sea en una pequeña parte....pero después de tanto esfuerzo para mi no era poca cosa.....y entre un mate y otro....en un momento, tratando de explicarle sobre el ritmo de mis vaivenes emocionales, le dije, con una seguridad que pudo haber sido la fuerza de una frase intrascendente e incluso mal elaborada, que yo por cada invierno tengo un verano, y aunque en jerga climatológica parecía estar diciendo una obviedad, él lo comprendió.
Estuve escondida tras la frase unos segundos, hasta que remate explicando, con una pausa atorada por mi angustia, que también estaba escondida detrás de la primavera vestida de otoño…"una de cal y una arena" pensé si había explicado poco en demasiada metáfora pero me entendió; siempre me entiende.

Se fue; pero allí, volviendo a esos mates, me di cuenta por que tenía tantas ganas de llorar. Por qué esta sensibilidad se vuelve insoportable con todo lo que me rodea. Por qué de repente tengo el arte de encontrar canciones que me “abren al medio”, por que soy mas dulce que nunca. Por qué las flores me ofrecen su mejor perfume, los libros sus mejores enseñanzas, los árboles mis danzas predilectas, mi mente tantos recuerdos, y el trabajo su menor importancia. Por qué pareciera que mi cerebro dedica mas neuronas a la capacidad de codificar este mundo con los sentidos que con la razón...y todas las comidas son más sabrosas, los perfumes indeclinables y los dulces una caricia para el alma.
Por que reconozco sentir miedo, por que se me hace un nudo en la garganta en dos segundos cuando escribo esto.

Pero creo haber entendido algo, pues este panorama con una angustia de base, avecina este llanto que, otra vez, como cada año, desde que tengo recuerdo, lo provoca el invierno.
Creo que esta vez lo recibiré con los abrazos abiertos, quizás el próximo verano salgo egresada de esta cruda estación de frío y soledad.

domingo, 1 de mayo de 2011

FOTOS


Ernesto Sábato El túnel (fragmento)



" Fué una espera interminable. No sé cuanto tiempo pasó en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera de una muerte. Pero de mi propio tiempo fué una cantidad inmensa y complicada, lleno de cosas y vueltas atrás, un río oscuro y tumultuoso a veces, y a veces extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo donde María y yo estábamos frente a frente contemplándonos estáticamente, y otras veces volvía a ser río y nos arrastraba como en un sueño a tiempos de infancia y yo la veía correr desenfrenadamente en su caballo, con los cabellos al viento y los ojos alucinados, y yo me veía en mi pueblo del sur, en mi pieza de enfermo, con la cara pegada al vidrio de la ventana, mirando la nieve con ojos también alucinados.
(...)
A veces volvía a ser piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos acontecían; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una mueca de burla lo deformaba y que quizá había risas cruzadas con otro y que toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad.
(...)
Yo no decía nada. Hermosos sentimientos y sombrías ideas daban vueltas en mi cabeza, mientras oía su voz, su maravillosa voz. Fui cayendo en una especie de encantamiento. La caída del sol iba encendiendo una fundición gigantesca entre las nubes del poniente. Sentí que ese momento mágico no se volvería a repetir nunca. -Nunca más, nunca más- pensé, mientras empecé a experimentar el vértigo del acantilado y a pensar qué fácil sería arrastrarla al abismo, conmigo. "

Ernesto Sabato: (24 de junio de 1911 - 30 de abril de 2011)

sábado, 2 de abril de 2011

DEL SILENCIO: TOMA 1


Amo el silencio que rodea el perímetro de un encuentro sexual.
Creo, y afirmo, que existe una notoria exigencia del inconciente por enunciar algo, una frase; una enseñanza; aunque sea una letra… ¿por costumbre? ¿por temor? ¿Algún resto diurno? . . .desconozco los motivos.
Por otro lado, declaro que son pocos los cuerpos que soportan el silencio; y mucho menos cuando estos se aproximan. Cuando hay quien consiga lograr semejante catexia puede suceder que el asombro sea de inmensas sintonía y ocurran momentos pocos saludables.


En algún momento me han contado que una mujer, cuyo cuerpo habitaba cerca de mi departamento, hubo de olvidarse (presa de tanto sexo mudo) de hablar teniendo que vérselas con el diccionario. Durante el resto de sus años leyó este libro como quien busca una dirección en la guía; con mucha confusión imitaba los fonemas, y leía puros significantes sin poder incluirlos en una oración; en un pedido o lamento.
Claro que el único momento donde fracasaba el intento semántico y sintáctico era durante la copulación. Allí, donde todo es proposición implícitamente lograda, hablaba sin parar y sin mover un solo músculo fónico. Sucedió que la soltería alcanzó su vida, presa de un silencio sepulcral enfermo de tristeza.
Ya no quería solo “hablar” por dinero; sino solo por “amor”
No me han contado nada más de ella; solo se que ya no me espera con el diccionario entre sus manos, y que mis vecinos hablan por demás.


Pablo Barnabá

martes, 8 de febrero de 2011

PERSONALMENTE


Deja que ruede, como el aire entre las hojas,
todo es oro todo es sal
que llegará el día, que no quemen sus recuerdos, que se apagará el dolor.

Personalmente creo, que todo esto es una locura
Personalemente creo, que todo esto es una locura

Cómo es la vida, cuántas veces en el cielo, cuántas veces en la oscuridad
que sólo es el tiempo, el que llevará tu vida, a donde quiere que estés

Personalmente creo, que todo esto es una locura
Personalemente creo, que todo esto es una locura

Deja, sigamos remontando vuelo,deja la luz siempre atraviesa el bosque
después es sólo un recuerdo, después todo pasará

Deja que ruede,llegará el diá, la locura...la locura

lunes, 7 de febrero de 2011

Todavía una canción de amor



Todavía una canción de amor
Andrés Calamaro

No te fíes si te juro que imposible,
no dudes de mi duda y mi quizás.
El amor es igual que un imperdible
perdido en la solapa del azar...
La luna toma el sol de madrugada,
"nunca jamás" quiere decir "tal vez".
La muerte es una amante despechada
que juega sucio y no sabe perder.
Estoy tratando de decirte que
me desespero de esperarte,
que no salgo a buscarte porque sé
que corro el riesgo de encontrarte;
que me sigo mordiendo noche y día
las uñas del rencor;
que te sigo debiendo todavía
una canción de amor.
No corras si te llamo de repente,
no te vayas si te digo "piérdete":
a menudo los labios más urgentes
no tienen prisa dos besos después.
Se aferra el corazón a lo perdido,
los ojos que no ven miran mejor.
Cantar es disparar contra el olvido,
vivir sin ti es dormir en la estación.
Estoy tratando de decirte que
me desespero de esperarte,
que no salgo a buscarte porque sé
que corro el riesgo de encontrarte;
que me sigo mordiendo noche y día
las uñas del rencor;
que te sigo debiendo todavía
una canción de amor
que me sigo mordiendo noche y día
las uñas del rencor;
que te sigo debiendo todavía
una canción de amor...

sábado, 4 de diciembre de 2010

EKATHÉ 1



Sé mi luna y díme :
amor,
yo quiero estar así,
eternamente en tí,
ya que siempre,
cambiaré...
Noche hermosa,
Ekathé,
escúchame...
detrás,
de tu colina gris...
nada permanece igual...
sé mis pies...
sé mi halcón...
mi Dios...
mi guía...
sé por ser...
solo así mi luz...
mi día...
ya que nada,
permanece así...

LUIS SPINETTA

sábado, 27 de noviembre de 2010

PALOMA


Dicen que por las noches

no más se le iba en puro llorar;

dicen que no dormia,

no más se le iba en puro tomar.

Juran que el mismo cielo

se estremecía al oír su llanto,

cómo sufria por ella,

que hasta en su muerte la fue llamando:

Cucurrucucú cantaba,

Ja, ja , ja, ja ja reia,

Ay, ay, ay, ay, ay lloraba,

de pasión mortal moría.

Que una paloma triste

muy de mañana le va a cantar

a la casita sola

con sus puertitas de par en par;

juran que esa paloma

no es otra cosa más que su alma,

que todavía la espera

a que regrese la desdichada.

Cucurrucucú paloma, cucurrucucú no llores.

Las piedras jamás, paloma,

¿qué van a saber de amores?

Cucurrucucú, cucurrucucú,

cucurrucucú, cucurrucucú,

cucurrucucú, paloma, ya no le llores


http://www.youtube.com/watch?v=QuYKOx834Pw

sábado, 6 de noviembre de 2010

Hendijas



La tierra demuestra donde estamos parados y eso, por supuesto, no es poco.
Nos conduce, nos aniquila, y nos devuelve a los lugares que pretendemos llegar una y otra vez.
Es un trozo inmenso de guía que hasta nos cobija cuando la muerte nos descubre por ahí. La metáfora de la semilla al nacer.
¿Qué más se puede agregar acerca de la tierra?
Que es un cacho de cultura, una especie de ciencia viviente, un calendario a toda hora, un poco de guerra, otro poco de paz, una fuerza que nos demanda cuidado, una especie de gran espalda adolorida, un espejo de la noche, una mañana sin compania, una estación privatizada, el sostén de mis zapatos, de mis pisadas, de mis corridas adolescentes, de mis muertes sentidas, de las mujeres que anduvieron por aquí, por allí, del tren del encuentro, de cubiertas fantasmales, de catástrofes pasajeras, de heridas punzantes, de amores y desamores, de la muerte de mis esperanzas, del cansancio, del hedonismo del amor, del mono del año 2000, del derrame de sentimientos, de la oscura hendija del futuro, del cumpleaños feliz, de la pobreza, de la falta que tanta falta nos hace.

Pablo Barnabá

Virgen de la Amargura

Rompiendo mi promesa
de no volverte a verte ni en pintura,
me he sentado a tu mesa,
Virgen de la Amargura
a jugarme a los dados nuestra suerte,
a absolverte de todos mis pecados.

Bendigo la condena,
al sólo de tu bordón que me hace fuerte
y beso tus cadenas
y quiero prometerte
ser libres como dos versos tachados
del dictado de la revolución.

Me acuso de morirte sin tu boca,
confieso que desde que te has
marchado
solo bailo en las fiestas donde tocan
la musica del vals de los ahorcados.

Virgen de la Amarguara,
devuélveme la vida,
sin tí todo es usura
y noches perdidas
facturas,
calenturas,
heridas sin sutura,
caídas,
congeturas,
sacudidas,
cerraduras
despedidas de locura y callejón.

La guerra ha terminado,
yo vengo a arrodillarme ante tu cama.
Te rezan mil soldados
y el palacio está en llamas,
tu general arría mis banderas,
las fieras entran en la catedral.

El rey murió en el campo de batalla,
la reina se ha pasado al enemigo,
yo no me cuelgo más que la medalla
de no saber contar menos contigo.

Virgen de la Amarguara,
devuélveme la vida,
sin tí todo es usura
y noches perdidas
facturas,
calenturas,
heridas sin sutura,
caídas,
congeturas,
sacudidas,
cerraduras
despedidas de locura y callejón.

Te vas y no te vas
y cuando vienes
rezo para que los trenes
se equivoquen de estación.

Virgen de la Amargura…

Letra: Joaquín Sabina
Música: Joaquín Sabina, Pancho Varona y Antonio García de Diego
Disco: Vinagre y Rosas (2009)

martes, 2 de noviembre de 2010

ATROPELLO


Casualmente, entre tanto, vemos pasar la muerte muy de cerca, y hay quienes quieren extender los brazos para tomarla, solo al pasar, para ver de qué se trata la cosa.
Hay personas que encuentran sitio en sus metáforas, y hay quienes pretenden dejar hablar al tiempo, antes de tomarlo y hacerlo platicar.
La muerte nos da conciencia de vida, y muchas veces, no nos gusta lo que eso nos devuelve. Intentamos salideras, de las más variadas, para escaparle, para correr en dirección opuesta, sin saber por donde anda. Nos creemos lindos, capaces, límpidos y perfectos, para que la muerte no nos atropelle. ¿Qué tipo de mala muerte ha de llevarse a una agraciada persona de muchas actividades superpuestas? ¿Acaso ha de ser tan nefasta para interrumpir una vida llena de colores?
Hay que hacer, y hacer, y hacer para no dejar de hacer, ya que si uno deja de calentar motores, puede suceder que se detenga a pensar que la muerte anda suelta… por ahí…y más aún, en busca de todos nosotros… con su fiel condición, no excluyente de acción, de ser totalmente inesperada.
Eso es lo que menos nos agrada.
En este momento de comunicaciones instantáneas, donde notifico lo que siento, sin sentirlo. Enuncio deseos en veinte caracteres, y me limito al literato del tráfico grumoso de la libido, me subo al carajo cuando descubro que la muerte es… inesperada!! ¿Es que se ha perdido de los avances tecnológicos? ¿Será que no conoce la Internet? ¿Por qué no “postea” sus desenlaces?
No reconoceremos jamás, que ella no esta dentro de los entes globalizados. Escapa al capitalismo. Al neo-liberalismo. No negocia con la razón, ni con la inteligencia. Jamás concuerda con las circunstancias, ni con la lógica del peregrinar humano. No sabremos que música escucha, ni que lleva puesto.
Ha derrumbado pueblos, e imperios.
Ha alimentado a Dante.
Ha narrado los santos evangelios.

Para olvidarla y vivir.
Para volver a vivir.
La muerte deberá ser, y será, la mejor amiga del hombre.

PABLO BARNABÁ

lunes, 7 de junio de 2010

LCB ll


Y ahora me place mirarte, mientras la colcha tapa gran parte de tu perfil, es de noche, y de noche nos acostamos.
Estamos como pegados ocupando el centro de la cama; mi brazo derecho debajo de tu cuello, el otro por allí... mis piernas entre las tuyas, ocultando imperfecciones.
Algunas marcas, dos dibujos, un lunar.
Un aroma en una piel que busca en mis manos antojadizas un poco de calor.
Si me pides un beso, te lo entrego…
Si prestas atención, descubrirás más cosas.

Me inquieto, enciendo un cigarrillo y temo con intereses.
Pienso como podré recuperar tal cuadro maravilloso cuando me vaya.
Mi cabeza se expande mientras tu respiración se aquieta.
Tu cuerpo descansa y se llena de contracturas, restos diurnos de pasajes cotidianos que alguna tarde intentaré desanudar.
Me encuentro sentado mirando una mujer, jugando a adivinar incógnitas que todos se preguntan.
Me encuentro desparramado en una silla y “a gatas” mi mano soporta el peso del cigarrillo, me cruzo de piernas, y te miro, mientras trato de no despertarte. Hago cada vez menos ruidos, hasta puedo escuchar como se consume el cigarrillo, las horas, tu respiración, la noche… me siento un niño en un mundillo de adultos, jugando a seducir tu cuerpo.
Ya el cigarrillo acaeció, y elijo dejar de pensar, y meterme en la cama para abrazarte, y dejar que hagas lo mismo con migo, es una gran noche para sentirme abrazado… es un buen momento para dejar de pensar, y escucharte dormir.
Es una semana interesante para darle respiro a los porque, y dejar fluir lo que quiera fluir.


PABLO BARNABÁ

martes, 30 de marzo de 2010

LCB


Transpira con la experiencia que se alimenta de fracasos, y tristezas.
Busca en el umbral, un color que la ayude a terminar un paisaje de su vida.
Se mueve sobre lo cotidiano, quebrando en cada memoria la esquina del pasado.
Mira como siente, siente como besa, habla sin sentir.
Gime como intentan otras personas, con la soltura que la fantasía somete al cuerpo.
Huele a mujer confundida, con varios toques de gracia.
Si bebe, el vino ancla en sus encías y allí se recicla.
Si fuma, respira humo por varios segundos.
Insita al beso, sin inclinar demasiado su cabeza, solo con un gesto alcanza.
Si enoja, se sonroja, si se altera, no guarda posturas.
Se quiebra de vez en cuando, se ríe sin cuenta gotas.
Procura una nube, una sombra a la distancia.
No cree ni confía, y si de política se habla, conduce sin prestar atención a las señales vehiculares, pero bien aferrada al volante.
No teme a los que dirán, por no querer ingresar al maquiavélico mundo de los significantes y significados, de subjetivismos agobiantes e incorruptibles.
Siente el derecho de ejercer el razonamiento que conduce a la justificación de una acción o decisión.
La luna no hace anclajes en su cuerpo, ni las estrellas, ni el campo, ni la carretera, y eso, por suerte, la transforma en un ser más real.

Pablo Barnabá