martes, 30 de marzo de 2010

LCB


Transpira con la experiencia que se alimenta de fracasos, y tristezas.
Busca en el umbral, un color que la ayude a terminar un paisaje de su vida.
Se mueve sobre lo cotidiano, quebrando en cada memoria la esquina del pasado.
Mira como siente, siente como besa, habla sin sentir.
Gime como intentan otras personas, con la soltura que la fantasía somete al cuerpo.
Huele a mujer confundida, con varios toques de gracia.
Si bebe, el vino ancla en sus encías y allí se recicla.
Si fuma, respira humo por varios segundos.
Insita al beso, sin inclinar demasiado su cabeza, solo con un gesto alcanza.
Si enoja, se sonroja, si se altera, no guarda posturas.
Se quiebra de vez en cuando, se ríe sin cuenta gotas.
Procura una nube, una sombra a la distancia.
No cree ni confía, y si de política se habla, conduce sin prestar atención a las señales vehiculares, pero bien aferrada al volante.
No teme a los que dirán, por no querer ingresar al maquiavélico mundo de los significantes y significados, de subjetivismos agobiantes e incorruptibles.
Siente el derecho de ejercer el razonamiento que conduce a la justificación de una acción o decisión.
La luna no hace anclajes en su cuerpo, ni las estrellas, ni el campo, ni la carretera, y eso, por suerte, la transforma en un ser más real.

Pablo Barnabá

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