No se bien, por que los
domingos son así. Hacen de mí la angustia. Penetra la perplejidad de querer
estar en dos lugares al mismo tiempo sin poder estar mentalmente en uno.
La claridad me inunda,
la lluvia me molesta, el viento me quema
y la alegría no me contagia.
No existe un solo estado que me bote de este
pozo...aunque pensándolo mejor, no es el domingo el que genera esta catarata
amarga de sentidos desencontrados, sino el encuentro irrevocable con el...
Lunes...
...Apartado
mental de mi energía.
Elocuente tristeza degenerada por todos.
Fatídico desenlace imaginario de correr por correr
Dulce añoranza de ti
Menguado encuentro de mí
Sucio despertar
Desesperada vida
Frescura erupción
suicida
Esperar que escape el
día laboral sin temer la huida de la vida...
No queda más alternativa que esconderme por
adelantado en la sagrada melancolía, para intentar así, disminuir la corrugada
sensación matinal del primer día de todas las semanas.
(De todas formas,
tampoco creo que sea el Lunes, el que refleje en colores oscuros los Domingos)
Creo que el Viernes tiene algo que ver con todo
esto.
¡Como respiro los viernes! esa cadencia firme pero
sin prisa, cansado pero alerta, donado pero feliz, no hay día que me ayude a
reflejarlo.
El domingo también me recuerda a ese Martes esperanzado,
aunque sabe que la vuelta es larga, (por supuesto quiere su protagonismo en
este cuento, pero no lo merece).
El jueves determina la alerta de un final feliz,
pero cuando miércoles... indeciso día que aclara y oscurece constantemente por
sobre los cuerpos, regateando esperanzas, detestando, haciendo por demás largas
las horas, aislando todo el sentir de un coqueteo histérico que llega a rozar
la perversidad de mostrar y no, de la irracionalidad, y de la pegajosa
transpiración por intentar quitarse las sogas que apresan pies cabeza y manos.
Pero sabiendo que todo vuelve, no quedan retazos por
donde colgar mi consagrado enojo, aunque estoy en tratativas para mudarlo al
viernes o al jueves y no albergar en los domingos para poder entender ,quizás,
que no se trata mas que de un obsecuente capricho que habla de alegrías y
enojos, y que más o menos se corresponde
con algo llamado rutina.
Rutina, madre de todos, amante inquieta, lujuria
filosa, caprichosa, y constante que sabe entender que también se retorcerá no
más allá de siete veces al día, para mí, a contar a partir de hoy.
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