domingo, 28 de octubre de 2012

SEMANAS







No se bien, por que los domingos son así. Hacen de mí la angustia. Penetra la perplejidad de querer estar en dos lugares al mismo tiempo sin poder estar mentalmente en uno.
La claridad me inunda, la lluvia  me molesta, el viento me quema y la alegría no me contagia.
No existe un solo estado que me bote de este pozo...aunque pensándolo mejor, no es el domingo el que genera esta catarata amarga de sentidos desencontrados, sino el encuentro irrevocable con el...
Lunes...

 ...Apartado mental de mi energía.

Elocuente tristeza degenerada por todos.
Fatídico desenlace imaginario de correr por correr
Dulce añoranza de ti
Menguado encuentro de mí
Sucio despertar
Desesperada vida
Frescura erupción suicida
Esperar que escape el día laboral sin temer  la huida de  la vida...

No queda más alternativa que esconderme por adelantado en la sagrada melancolía, para intentar así, disminuir la corrugada sensación matinal del primer día de todas las semanas.
(De todas formas, tampoco creo que sea el Lunes, el que refleje en colores oscuros los Domingos)
Creo que el Viernes tiene algo que ver con todo esto.
¡Como respiro los viernes! esa cadencia firme pero sin prisa, cansado pero alerta, donado pero feliz, no hay día que me ayude a reflejarlo.
El domingo también me recuerda a ese Martes esperanzado, aunque sabe que la vuelta es larga, (por supuesto quiere su protagonismo en este cuento, pero no lo merece).
El jueves determina la alerta de un final feliz, pero cuando miércoles... indeciso día que aclara y oscurece constantemente por sobre los cuerpos, regateando esperanzas, detestando, haciendo por demás largas las horas, aislando todo el sentir de un coqueteo histérico que llega a rozar la perversidad de mostrar y no, de la irracionalidad, y de la pegajosa transpiración por intentar quitarse las sogas que apresan pies cabeza y manos.
Pero sabiendo que todo vuelve, no quedan retazos por donde colgar mi consagrado enojo, aunque estoy en tratativas para mudarlo al viernes o al jueves y no albergar en los domingos para poder entender ,quizás, que no se trata mas que de un obsecuente capricho que habla de alegrías y enojos, y que más o menos se  corresponde con algo llamado rutina.
Rutina, madre de todos, amante inquieta, lujuria filosa, caprichosa, y constante que sabe entender que también se retorcerá no más allá de siete veces al día, para mí, a contar a partir de hoy.  

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