domingo, 16 de septiembre de 2012


Hay ( o debe haber) en el amor

Hay, en el amor, un pacto de dolor con la ausencia; una respuesta que se acerca al desconocimiento, así como también, a la enorme reducción de miles de palabras que alguna vez; intentaron ser “amor”.
El amor no llegará nunca a ser definido; y esto se debe a que, el enorme esfuerzo que genera la intelectualización, no permitirá abandonarnos al vago sentimiento de la falta de definición.
Nadie, en épocas de consumo, querrá vérselas con la falta. Todo parece estar perfectamente asentado y diseñado, para encontrar el esclarecimiento semántico, y práctico de la vida. Así, el amor, no encuentra hoy su lugar.
O se aleja demasiado, o se esconde para evitar la flagelación del significante.
Un problema que nos da en que pensar, o mejor dicho, un motivo para no renunciar, y por supuesto denunciar a través del consumo.
Peluquerías, florerías y paseos de compras funcionan como santuarios del amor. Una hermosa remera, suele brindar la perfecta ilusión de estar encontrando una esmerada resolución al problema del amor; una exquisita tolerancia a la falta de aquel, a la ausencia del hombre o la mujer, que hemos buscado, y no así encontrado. En la búsqueda nos llenamos de hastíos y frustraciones, tristezas que debemos manejar, soledades que nos cubren las sonrisas, y fantasías que no llegamos a retomar.
Nos enfrentamos así, al doble problema del amor: el de su definición, por un lado, y el de su ausencia, por el otro. Este último es el menos oscuro de los dos, ya que por lo pronto guarda en sus entrañan, la mágica certeza de “saber” que el problema no es más que su ausencia; es decir, suponemos que existe la definición del término, solo que no lo hemos encontrado aún. El estruendo se escucha, cuando en presencia de la sensación del amor, a través de sus prácticas maritales, o conyugales, y de respectivos años de desgaste, uno siente que allí no puede definirlo. ¿Qué hacer entonces? No lo se, pero hágalo. 
Es necesario sentir que el amor es una realidad, que nos toca y nos permitimos tocar. Es cabalmente salugénico, sentir en alguien, que no sea uno, el brillo artístico del amor. Es tranquilizador sentirse enamorado, y más aún, cuando uno tiene la frágil certeza que hay una persona, que también toma el amor con la responsabilidad que se merece. Es misteriosamente necesario, amar, y sentir que estamos “completos” en un abrazo, en un beso…en otra persona.

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