Hay ( o debe haber) en el amor
Hay, en el amor, un pacto de dolor con la
ausencia; una respuesta que se acerca al desconocimiento, así como también, a la
enorme reducción de miles de palabras que alguna vez; intentaron ser “amor”.
El amor no llegará nunca a ser definido; y esto
se debe a que, el enorme esfuerzo que genera la intelectualización, no
permitirá abandonarnos al vago sentimiento de la falta de definición.
Nadie, en épocas de consumo, querrá vérselas con
la falta. Todo parece estar perfectamente asentado y diseñado, para encontrar
el esclarecimiento semántico, y práctico de la vida. Así, el amor, no encuentra
hoy su lugar.
O se aleja demasiado, o se esconde para evitar
la flagelación del significante.
Un problema que nos da en que pensar, o mejor
dicho, un motivo para no renunciar, y por supuesto denunciar a través del
consumo.
Peluquerías, florerías y paseos de compras
funcionan como santuarios del amor. Una hermosa remera, suele brindar la
perfecta ilusión de estar encontrando una esmerada resolución al problema del
amor; una exquisita tolerancia a la falta de aquel, a la ausencia del hombre o
la mujer, que hemos buscado, y no así encontrado. En la búsqueda nos llenamos
de hastíos y frustraciones, tristezas que debemos manejar, soledades que nos
cubren las sonrisas, y fantasías que no llegamos a retomar.
Nos enfrentamos así, al doble problema del amor:
el de su definición, por un lado, y el de su ausencia, por el otro. Este último
es el menos oscuro de los dos, ya que por lo pronto guarda en sus entrañan, la
mágica certeza de “saber” que el problema no es más que su ausencia; es decir,
suponemos que existe la definición del término, solo que no lo hemos encontrado
aún. El estruendo se escucha, cuando en presencia de la sensación del amor, a
través de sus prácticas maritales, o conyugales, y de respectivos años de
desgaste, uno siente que allí no puede definirlo. ¿Qué hacer entonces? No lo
se, pero hágalo.
Es necesario sentir que el amor es una realidad,
que nos toca y nos permitimos tocar. Es cabalmente salugénico, sentir en alguien,
que no sea uno, el brillo artístico del amor. Es tranquilizador sentirse
enamorado, y más aún, cuando uno tiene la frágil certeza que hay una persona,
que también toma el amor con la responsabilidad que se merece. Es
misteriosamente necesario, amar, y sentir que estamos “completos” en un abrazo,
en un beso…en otra persona.
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