Veo, y eso es demasiada fortuna.
Siento, y alejo la plomada que intenta dormir en mi zapato.
Respiro, notando que no es un acto común.
En el silencio, alguien ve una nube de sonrisas; en la noche, alguien se
siente vivo, acarreando su síntoma sobre su garganta.
Sobre la vuelta, las manos se pierden y desnudan el resto oxidante.
Un
tapón que contiene veinticinco mil angustias, y una razón para descubrir tu
vuelo.
Hablo, y eso me hace más humano, aunque no menos doliente.
Pienso (aunque pensar en que pienso, me acerque a la nada).
Respiro, y eso, hoy, no es nada fácil.
En dos puertas cerradas, me arrodillo para mojarme los pies en el altar;
castigando el cansancio de la cotidiana, ya, masturbación intelectual.
Rogando por un ángel, que por fin se deje tocar las manos, llueve una
duda que se vuelve fragata liberadora; en un encierro que lleva pocos años de soledad.
Veré si vivir, es hablar, devolviendo la nada en cada instante.
Pablo Barnabá.
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