Pudo sentirse
parte del mundo, en el momento en que la música le abrió
una enorme cascada
de palabras; en el pecho.
Quiso enterarse
del dolor anestesian-te, del perfume de un encuentro, de una caricia, y un sexo,
sin nombre ni apellido.
Por tí, lo hizo,
hasta el extracto más perenne del amor.
Lo hizo, y no
importa ya; saber si tuvo el valor, o fue solo para que la reflejases en un
paso más.
Un arma debajo del
roce de la seda, un cultivo de dones, pululando por toda la verdad de su cara.
Un mapeo de su rostro, dos mejillas en alza, doscientas miradas en dos ojos, y
el riesgo de la competencia por atravesar la dulce, pero violenta, atracción.
Pudo sentirse violada,
castigada y ultrajada, cuando el café fue desvaneciéndose, y apareció el
silencio.
Pudo ni siquiera
sentir menos, pero sintió en las frías mesas de verdad.
Pudo deambular por
la ciudad, sola, con la ayuda de sus auriculares, tentada por el sol de una
vereda, que se enfrenta al temible
avance sombrío de su compañera.
Ni el veneno fue
alérgico, ni la velocidad contagiosa. Tomo por una calle, con miras a la
avenida, y viajo sin retroceder. Se encontró sin mirarse, se escucho sin
hablar. Transpiro caminando, y tras el cuarto deja vu, intento retener un solo
momento de placer.
Pudo, pero no.
No pudo.
Quizás mañana,
cuando el sol cubra la sombrilla de su palacio, y el viento sople a su gracia y
favor. Pero mañana no. Habrá que
recuperar pasajes de este quinto Deja vu.
Pablo Barnabá
No hay comentarios:
Publicar un comentario