sábado, 14 de mayo de 2011

¿De que hablamos cuando hablamos de nosotros?


Después de un chiflido tome la pava y sin el acto que acontece a mi torpe personalidad, logre no quemarme con esas minúsculas gotas de agua hirviendo que escupe por su pico al transportar el agua del recipiente original al termo, y me acerqué al sillón; el cual aún guarda mi talla femenina (luego de dos largos meses de depresión) donde me entregue inagotablemente a su cuero negro.
Allí, me esperaba para iniciar una conversación que siempre hubiese querido atesorar de cualquier otra manera, como una película que podría verla una y otra vez.
Hablamos de veinticuatro años por dos horas y en dos segundos; quizás sabiendo que siempre existiría un “quizás”.
Eternamente algo presento estado; y todo lo que emocionalmente allí aconteció en la primera parte, fue impreso en estatutos abierto de artículos y leyes... y el mate se entibiaba y más “lavado” que de costumbre, reclamó ser atendido. Pausa.

Poner la pava al fuego nos daba un leve suspiro, y aunque la distancia del sillón a la hornalla no ponía clavas al sonido, dejamos de mirarnos por unos segundos; y por eso preferimos darle lugar al silencio....un descanso para pensar y darle protagonismo a los acordes que marcaban la música que encendí para colocar un manto de fondo al encuentro.
Uno escucha y uno habla y más aún, lejos de ser precozmente cobarde, también se escucha hablar en ese mágico intercambio, donde se pone de pie un maravilloso mundo de emociones, sentimientos, pensamientos todo allí, materializando un pasaje de palabras sorprendentemente profundas, donde en definitiva, pensé, “de ahí provienen y hacia allí mismo se dirigen del alma al corazón y todo en un suspiro”... y respiro varias veces para no llorar, me dije en voz baja.

Segunda parte:
Nos dijimos, con palabras, quienes éramos, y con miradas conociéndonos; reconociéndonos; asfixiándonos; que sentíamos.
Increíblemente, y en el fondo, cada segundo le estaba agradeciendo por ese tiempo compartido y por esos ya mejorados y tibios mates que iban lentamente ablandándome el corazón, permitiéndome "ser" de alguna manera.
Llegó el momento en que me sentí dentro de una dulce armonía, al fin después de tanta oscura soledad; después de tanto frío que a solas pasé, muy sola arrojada a los avatares de la tajante lucha por estar hambrienta y no saber que comer.
Había sentido, cuando el mate volvió a flaquear, que por primera vez me había encontrado, aunque sea en una pequeña parte....pero después de tanto esfuerzo para mi no era poca cosa.....y entre un mate y otro....en un momento, tratando de explicarle sobre el ritmo de mis vaivenes emocionales, le dije, con una seguridad que pudo haber sido la fuerza de una frase intrascendente e incluso mal elaborada, que yo por cada invierno tengo un verano, y aunque en jerga climatológica parecía estar diciendo una obviedad, él lo comprendió.
Estuve escondida tras la frase unos segundos, hasta que remate explicando, con una pausa atorada por mi angustia, que también estaba escondida detrás de la primavera vestida de otoño…"una de cal y una arena" pensé si había explicado poco en demasiada metáfora pero me entendió; siempre me entiende.

Se fue; pero allí, volviendo a esos mates, me di cuenta por que tenía tantas ganas de llorar. Por qué esta sensibilidad se vuelve insoportable con todo lo que me rodea. Por qué de repente tengo el arte de encontrar canciones que me “abren al medio”, por que soy mas dulce que nunca. Por qué las flores me ofrecen su mejor perfume, los libros sus mejores enseñanzas, los árboles mis danzas predilectas, mi mente tantos recuerdos, y el trabajo su menor importancia. Por qué pareciera que mi cerebro dedica mas neuronas a la capacidad de codificar este mundo con los sentidos que con la razón...y todas las comidas son más sabrosas, los perfumes indeclinables y los dulces una caricia para el alma.
Por que reconozco sentir miedo, por que se me hace un nudo en la garganta en dos segundos cuando escribo esto.

Pero creo haber entendido algo, pues este panorama con una angustia de base, avecina este llanto que, otra vez, como cada año, desde que tengo recuerdo, lo provoca el invierno.
Creo que esta vez lo recibiré con los abrazos abiertos, quizás el próximo verano salgo egresada de esta cruda estación de frío y soledad.

1 comentario:

Elisabet dijo...

amigo... como te quiero.